domingo, 21 de abril de 2013

Alice Munro odia, ama y se casa en "Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio"




Nueve cuentos. Nueve grandes cuentos sobre cada uno de los sustantivos evocados en el título.

En el primero de ellos, que da título al libro, una niña un poco retorcida interviene la correspondencia entre su padre y el ama de llaves de su abuelo materno. El ama de llaves, una mujer que parecía poco hecha para un hombre, o poco hecha para el amor, se ve de golpe torciendo el rumbo de su destino de solterona. Pero es la emoción con la que ese personaje se entrega a su destino, el esfuerzo que hace en los pequeños gestos (el indirecto regateo con una vendedora de ropa, los preparativos de un viaje), sumado a la noción que el lector tiene de la precariedad de lo que sostiene a esos gestos, lo que hace que uno quede absolutamente alterado, conmovido. Y los ejemplos siguen y se intensifican en cuentos excelentes
como “Puente flotante”, en el que una mujer madura y enferma de cáncer se deja llevar en una pequeña aventura al anochecer junto a un adolescente; o “Consuelo”, que es el relato de las primeras horas de una
viuda; o “Poste y viga”, en el que hallamos los pormenores de un matrimonio, el esfuerzo de una mujer por llevar adelante las responsabilidades de un matrimonio feliz o por, mejor dicho, seguir apuntalando las cosas que hacen de ese matrimonio un mundo feliz, sobre todo cuando se produce la aparición de un tercero que trae la novedad de pensar, sólo pensar, en el adulterio. Y así hasta llegar al también excelente último cuento: “Ver las orejas al lobo”, la historia de un hombre que se ve en la obligación de internar en un hospital psiquiátrico a su esposa de toda la vida, como si eso fuera una variante, una metáfora, de lo que es una separación corriente, un divorcio.
En todos los cuentos se padece el mundo que rodea a los personajes, y en todos ellos hay una perplejidad de que la vida sea como es que termina convirtiéndose, es asombro, en el detalle que sostiene el relato. Se podría
decir que estos cuentos son el recorte de una vida, la selección de momentos en los que los personajes se sustraen y reflexionan sobre esa perplejidad, antes quizás de entregarse nuevamente a la vida, a lo que sea la vida de todos los días.
Ver cómo construye Alice Munro cada cuento, es enfrentarse a un dominio notable de la anécdota y el detalle. No parecen por momentos varios de estos cuentos dirigirse a nada en concreto. Las historias se dirigen hacia el pasado, o tocan aspectos más que laterales de lo que se terminará contando, pero en cierto instante cae, con todo su riguroso peso, lo inevitable, el latido agazapado de la soledad.


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