domingo, 6 de octubre de 2019

LA BALLENA TRAGONA






Cada mañana, sin que el sol salga, acude a esa playa. A la suya, esa donde es él mismo, sin necesidad de compartir con nadie. Al principio quiso convencerme para que le acompañará, pensando que estaba celosa. No era así.¡Quién podría tener celos de una ballena!. Jonas adoraba zambullirse con ella en las olas, como cuando era un niño. Se dejaba recoger por su cola como un cucharón, lanzándole  muy alto para estrellarse contra la espuma.Desde que nos casamos y decidimos quedarnos, no hay día que no me levanté al alba para observarles.
Durante horas se sube en la tabla, saltando las olas hasta colarse en el interior de su mandíbula. Jonas no para de reír, al igual que su compañera de juegos.
- ¿Es que tienes miedo de que me coma? - me preguntó esta mañana antes de besarme por última vez. 
Sin yo saberlo, no le he respondido. Había menos luz en este amanecer, como si el cielo quisiera avisarme. 
Me he dormido. Soñé que por fin volábamos juntos en la cresta de la ola, hasta dentro de la ballena, y nunca más salíamos.
Me despierto empapada, pero en sudor. Acudo al ventanal y la veo sola, grande, poderosa y hambrienta. Ahora es ella la que sonríe, mientras lo engulle con pasión. - Jonas siempre fue suyo -.