martes, 14 de febrero de 2012

Cuentos Cortos de Tony de Mello

Un oso recorría constantemente,
arriba y abajo,
los seis metros de largo de la jaula.
Cuando, al cabo de cinco años, quitaron la jaula,
el oso siguió recorriendo arriba y abajo
los mismos seis metros, como si aún estuviera en la jaula.
 
…Y lo estaba... para él..


Los muros
que nos aprisionan
son mentales,
no reales.


Nuestros enemigos no son los que nos odian.,
sino aquellos a quienes nosotros odiamos. . .
Un ex-convicto de un campo de concentración nazi
fue a visitar a un amigo que había compartido con él
tan penosa experiencia.

”¿Has olvidado ya a los nazis?”
le pregunto a su amigo.
“Si”, dijo este.

”Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.”

Su amigo le dijo apaciblemente::
 
”Entonces,
aún siguen teniéndote prisionero.”
 


-“Perdone, señor”,
dijo el tímido estudiante,
“pero no he sido capaz de descifrar
lo que me escribió usted al margen
en mi último examen....”

-“Le decía que escriba usted de un modo más legible”,    
le replicó el profesor.
 


La mayoría de las veces,
los defectos que vemos en los demás
son nuestros propios defectos.

 

La Peste se dirigía a Damasco y pasó velozmente junto a
la tienda del jefe de una caravana en el desierto.

-“¿Adónde vas con tanta prisa?” Le pregunto el jefe.

-“A Damasco. Pienso cobrarme un millar de vidas.”

De regreso de Damasco,
la Peste pasó de nuevo junto a la caravana.
Entonces le dijo el jefe:
-“¡Ya sé que te has cobrado 50.000 vidas,
no el millar que habías dicho!.”

-“No,” le respondió la Peste.
-“Yo sólo me he cobrado mil vidas.
El resto se las ha llevado el Miedo.”
 

Decía un anciano
que sólo se había quejado una vez en toda su vida.
Cuando iba con los pies descalzos
y no tenía dinero para comprar zapatos.
Entonces vio a un hombre feliz que no tenía pies.
Y nunca volvió a quejarse.
 

Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.

Y le dijo Aristipo:
"Si aprendieras a ser sumiso al rey,
no tendrías que comer esa basura de lentejas".

A lo que replicó Diógenes:
"Si hubieras tú aprendido a comer lentejas,
no tendrías que adular al rey".
 


 

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