miércoles, 15 de febrero de 2012

200 Aniversario Charles Dickens

Por el placer de volver a escribir: 200 Aniversario Charles Dickens

Unas pocas palabras a propósito de Dickens
“El sueño de Dickens”, de Robert William Buss.
Tal vez Charles Dickens sea el mejor escritor de la literatura inglesa después de William Shakespeare. Esta sentencia resulta idónea para que el lector se haga una idea de la talla de este novelista ingles, sobre todo si se tiene en cuenta que el 7 de febrero se ha cumplido el bicentenario de su nacimiento. La fecha es pertinente para que en el mundo tenga lugar una serie de distintos homenajes a su figura y se reflexione acerca de su importancia, más allá de que la figura de Dickens y la importancia de sus obras trasciendan una fecha conmemorativa, puesto que tanto Dickens como sus obras son un punto ineludible en la literatura universal, más allá de cualquier efeméride.
Charles Dickens (1812-1870) fue en su tiempo un escritor muy popular, y sus novelas, la mayoría de ellas publicadas originalmente por entregas en forma de folletín, eran esperadas con ansiedad tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos. Influenciado por Henry Fielding, “el padre de la novela inglesa”, especialmente por su obra Tom Jones (1749), que instaura el modelo de la novela moderna en la literatura inglesa. Dickens emprende la misma empresa que se propone Fielding en dicha obra: ofrecer al lector un retrato de la naturaleza humana; es decir; dar cuenta de una extensa galería de personajes propios de la sociedad. Aunque en manos de Dickens, dicha empresa logra resultados muchos más fructíferos que los conseguidos por Fielding.
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Charles Dickens (1812-70) con sus hijas.
Vista en conjunto, la obra de Dickens presenta múltiples matices, que quedan de manifiesto en el contraste entre su primera novela Los papeles póstumos del Club Pickwick (1836), obra que rebosa de vivacidad y cómicas caricaturizaciones en la narración de las extravagantes aventuras de Samuel Pickwick, sus amigos y su criado Sam Weller, y las oscura y crepuscular Nuestro amigo común (1864, penúltima novela del autor y última completada por él), donde es evidente cómo la vivacidad y las caricaturizaciones han ido opacándose paulatinamente a lo largo de la trayectoria novelística del autor. A pesar de esta transformación siempre se pueden encontrar algunos personajes y elementos recurrentes como el tema del niño desamparado (en sus distintas versiones: huérfano, maltratado, explotado laboralmente); la presencia de los testamentos o herencias a través de los cuales los muertos influyen en el destino de los personajes que siguen vivos (además de ser las herencias elementos propios de la lógica mercantil nacida de la Revolución Industrial cuyas secuelas Dickens tanto criticaba) o las vueltas de tuerca finales con los sorpresivos parentescos entre personajes que se presentan como fantasmales regresos del pasado.
Dickens es principalmente conocido por sus novelas más populares: Oliver Twist (1837), David Copperfield (1849) -que el propio autor señalaba como su preferida, tal vez por el hecho de que en ella se encuentran ficcionalizados rasgos autobiográficos, y que por otro lado señala el punto intermedio entre su producción de iniciación y la de su madurez- y la novela corta Canción de Navidad (1843).
No obstante son las novelas Casa desolada (1852) y Grandes esperanzas (1860) obras pertenecientes al período de maduración autoral pos David Copperfield las obras cúlmines de la maestría narrativa de Dickens, obras estas dos que a su vez se cuentan entre los grandes clásicos de la literatura universal. Casa desolada -novela que acopla un gran número de historias y subtramas que se encuentran dentro de la órbita de lo melodramático y lo policíaco, ligando tales historias dispares por medio del desarrollo de un eterno y kafkianamente burocrático juicio en el Tribunal de la Cancillería- es la preferida por los críticos y los académicos; Vladimir Nabokov se detiene en esta obra en sus clases transcriptas en el Curso de literatura europea y lo mismo hace Harold Bloom en El canon occidental.
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Charles Dickens.
Grandes esperanzas, por su parte, carga sobre sí el hecho de no ser una de las obras más conocidas y populares de Dickens y tampoco la inmediatamente elegida por los críticos. No por eso deja de ser una obra maestra a la par de Casa desolada. En Grandes esperanzas nos encontramos ante un Dickens que comienza a reelaborar personajes y temas que ya había abordado en novelas anteriores, especialmente en David Copperfield , pero agregando a la composición narrativa un perfeccionamiento estilístico autoral que logra pasajes memorables, como el de la escena del almuerzo de Navidad narrada por el niño protagonista, Pip.
Especialmente estas dos obras maestras de su narrativa han logrado posicionarse entre las mejores novelas de la literatura inglesa del siglo XIX, junto con Emma (1816) de Jane Austen y Middlemarch (1871) de George Eliot (aunque sería pertinente señalar que probablemente la obra maestra de George Eliot sea, entre las anteriormente señaladas, la más destacada de la literatura inglesa de esa época).
Aun así, también son dignas de mención otras obras del escritor victoriano como: Vida y aventuras de Nicholas Nickleby (1838), obra en la que además de la presentación de una diversidad de tipos humanos aparece una mordaz crítica hacia las instituciones escolares; La tienda de antigüedades (1840), en donde el autor da muerte, para sorpresa de los lectores de entonces, a la inocente protagonista (en una escena melodramática que dio pie a la célebre frase de Oscar Wilde: “Uno debería tener un corazón de piedra para leer sobre la muerte de la pequeña Nell sin largarse a llorar... de la risa”), Tiempos difíciles (1854), cuyas tétricas descripciones de la vida obrera se anticipan al comienzo de La madre del ruso Máximo Gorki, novela que se considera fundante del realismo socialista, e Historia de dos ciudades (1859), obra en la que Dickens traza de manera crítica un panorama del terror desatado por los sectores más radicales de la Revolución Francesa.
La vigencia de Charles Dickens, al cumplirse doscientos años de su nacimiento, permanece intacta, de la misma manera que permanece intacta la importancia de cada una de sus obras, desde las más populares y conocidas hasta sus obras maestras.
En este sentido, las fechas, en última instancia, no son más que datos anecdóticos que poco interés podrían concitar frente a la inmensa dimensión de la genialidad creativa que representa, y seguirá representando Charles Dickens.


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