viernes, 30 de noviembre de 2012

EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE. El tema del bien y el mal



  

DOBLE MORAL 

 "Jekyll y Hyde", en múltiples sentidos, un texto característico del siglo XIX: por un lado es una clara respuesta a las constricciones del victorianismo escocés y a la burguesía  de Edimburgo; mas también ocupa un firme lugar en la tradición literaria del doble, que discurre a todo lo largo del siglo en obras como: "El doble" (1846) de Dostoievski y "Dorian Gray" (1891) de Wilde. 
      La idea del doble es una obsesión en la literatura del diecinueve. Su raíz se encuentra quizá en la protesta romántica contra el espíritu de la Ilustración, que redujo exclusivamente las fuentes de conocimiento a la razón y el sentido. La razón les parecía a los románticos algo demasiado abstracto y vacío - el Dios frío de los deístas sería su resultado - y el sentido se les antojaba algo demasiado pobre. Ellos apelaban al poder más cálido, más vivaz y más creador de la imaginación, a la que creían capaz de trascender la realidad inmediata y darnos a conocer otra más profunda por medio de la literatura. Pero la realidad intuida por la fantasía romántica carecía de contornos precisos: unas veces era la totalidad de la naturaleza, que suscita el deseo de sumergirse en ella; otras el presentimiento de las catástrofes con que amenaza la tensión entre contrarios; y otras la nostalgia y el temor del alma y los poderes sobrenaturales, que retornan bajo el disfraz del "doble".
       La proyección del alma o de la propia conciencia en forma de imagen especular, sombra o alter ego que se desdobla de una persona y la acosa como un fantasma o la pareja antagónica de caracteres complementarios, siendo cada uno de ellos la imagen invertida del otro cobran ya importante vida literaria en las generaciones prerrománticas. Pero el primer y más grande florecimiento de esta corriente tiene lugar en el primer cuarto del siglo XIX. En este período se inserta el Frankenstein (1818) de Mary Shelley. Y en 1824, un compatriota de Stevenson, James Hogg, alzaría el más refinadamente diabólico monumento al dualismo con sus "Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado". Esta obra refleja mejor que ninguna otra la obsesión del alma escocesa por la dualidad del espíritu, el poder del demonio y la predestinación. 





Robert Louis Stevenson - El doctor Jekyll y Mr. Hyde
(Alianza Editorial, 2001).Traducción de Carmen Criado.
La novela de Louis Stevenson supone el acercamiento a la dualidad inherente a cada persona la del bien y el mal. A través de una trama, hecha mediante círculos concéntricos sucesivos, se produce el adentramiento entre la superficialidad de la vida cotidiana hacia las fuerzas vivas subyacentes que conforman esta polaridad.
En cuanto a la presentación de la historia ésta recuerda, en alguna medida, a la aparición del Drácula de Stoker ya que, en ambos casos, el mal comienza a mostrarse como una sombra lejana y aparentemente inconexa que se va haciendo progresivamente más envolvente hasta que termina produciéndose o lo inevitable. Si Drácula empieza como un eco lejano, Hyde va revelándose como una serie de vagas coincidencias que se hacen cada vez más evidentes. Un salto progresivo de la superfluidad cotidiana hacia las fuerzas que son el verdadero motor.
Las acertadísimas descripciones del mal que se dan, sobre todo al final del libro, dejan a las claras que, como mecanismo, no es tan distinto al bien. Si el bien produce un ensanchamiento del alma y una expansión mediante su práctica, el mal, no se queda atrás en atractivo y en cualidades. Después de que, de forma pareja al reto ofrecido en el “Fausto” de Goethe Lanyon aceptase el desafiante ofrecimiento del Dr. Jekyll, su inmersión el mal a través de las pócimas se hace dolorosa en su corta transición, pero agradable en su realización. 
“Me sentí más joven más ligero más feliz físicamente. En mi interior experimentaba una fogosidad impetuosa por mi imaginación cruzaba una sucesión de imágenes sensuales en carrera desenfrenada, sentí que se disolvían los vínculos de todas mis obligaciones y una libertad de espíritu desconocida, pero no inocente, invadió todo mi ser. Supe, al respirar por primera vez esta nueva vida, que ahora era más perverso, diez veces más perverso un esclavo vendido a mi mal original. Y sólo pensarlo me deleitó en aquel momento como un vino añejo.” (p.101-102)

Una de las características del mal es la de crear un referente que, a modo de un imán, se hace cada vez más intenso conforme nos aproximamos a él. Una huella parecida a la que tienen muchas personas que han sido drogadictas y en las que ha quedado grabada para siempre el anhelo del estímulo. Gracias a esto no es insólito que simples fumadores de dilatada carrera con el tabaco sigan, aún después de haber pasado años sin probarlo, con sueños en los que el cuerpo todavía les sigue pidiendo que lo retomen. Sueños que psicoanalíticamente hablando, son claras realizaciones de deseos del inconsciente. Es por esto que Jekyll se hace cada vez más intenso y no puede ser vencido por el Hyde que, en sus ratos de consciencia, trata de hacerle frente. Algo que, de igual manera, le sucede al personaje del Doctor Roberto Miranda en la película de Polanski “La Muerte y la Doncella”. Miranda ya no ve vuelta atrás después de “gustar” el mal.
“Que ese horror estaba enjaulado en su carne, donde lo oía gemir y los sentía luchar por renacer; y en las horas de vigilia y en el descuido del sueño, prevalecía contra él y le privaba de vida.”(P.121)

jueves, 29 de noviembre de 2012

PREMIO CERVANTES 2012: Caballero Bonald, último superviviente de la generación poética del 50

El narrador y poeta José Manuel Caballero Bonald ha ganado hoy el Premio Cervantes 2012, considerado el galardón más importante de las letras hispanas y que concede el Ministerio de Cultura al conjunto de la obra de un autor.
El fallo de este premio, considerado el Nobel de literatura en lengua española y dotado con 125.000 euros, ha sido hecho público hoy por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, y será entregado en una solemne ceremonia el próximo 23 de abril.
Aunque no figura en las bases del premio, se cumple de nuevo la regla "no escrita" de que el Cervantes se reparta cada año alternativamente entre Latinoamérica y España, después de que en la edición de2011 el galardón fuera para el poeta chileno Nicanor Parra.
Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz. 1926) es Licenciado en Filosofía y Letras, poeta, novelista y ensayista. Durante diez años ejerció la docencia en la Universidad Nacional de Colombia, donde impartió clase de Humanidades y de Literatura Española e Hispanoamericana. 

Su primera obra, 'Las adivinaciones', data de 1952 y se incluye dentro de la generación poética del 50. Su poesía escrita hasta 1969 se incluyó en un tomo titulado 'Vivir para contarlo'. Como poeta ha obtenido numerosos premios, entre ellos el Boscán, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el de la Crítica. Es autor también de 'Descrédito del héroe', 'Diario de Argónida', 'Somos el tiempo que nos queda' o 'Manual de infractores'. 



Su entrada en la narrativa fue más tardía. Su primer trabajo, 'Dos días de septiembre', consiguió el premio Biblioteca Breve. Siguieron novelas como 'Agata ojo de gato' (que también fue Premio de la Crítica), 'Toda la noche oyeron pasar pájaros', 'En la casa del padre' y 'Campo de Agramante'.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

EL MISTERIO EN ‘UN DÍA PERFECTO PARA EL PEZ PLÁTANO’

Los relatos de Salinger comienzan de una forma de lo más intrascendente. En el caso de «Un día perfecto para el pez plátano», «la chica de la 507» espera una llamada en la habitación del hotel desde el mediodía hasta las dos y media de la tarde. Salinger aprovecha ese lapso para, con un impresionante resumen de sus actividades, retratarnos a la antagonista del relato.

       Con un resumen, un juicio de valor por parte del narrador y el principio de una escena, una voz cargada de ironía nos presenta a alguien a quien no podemos dejar de representarnos. Aun estando en las musarañas al empezar a leer, nos saltaría a la vista el pincelito de uñas, los pelos del lunar, la forma en que la chica coge el cenicero repleto y lo lleva al nuevo escenario, el del teléfono.

     Hasta ahí, y en el principio de la conversación de la chica con su madre, todo es tan insoportablemente intrascendente que si no fuese por la fina ironía y la plasticidad narrativa del lenguaje el lector se asfixiaría. No es que no pase nada, es que lo que pasa, aquello sobre lo que el narrador deposita su lupa y su audífono, es absolutamente superficial, nimio. A partir de aquí, se intercala la charla superficial con alusiones veladas al marido de la chica (también mediante un tono de lo más frívolo y superficial). Se nos dice —del modo entrecortado y casual en que se suministra la información en un diálogo que no parece estar dirigido al lector— lo suficiente para que intuyamos la situación en que se encuentra la pareja, pero no lo bastante como para conocer el estado real de Seymour Glass. La información está sesgada y, además, distorsionada por el punto de vista de la madre de Muriel y de Muriel misma, que no parece dar mayor importancia a lo que ocurre.


Este diálogo cumple dos funciones narrativas fundamentales:

1. Hacernos empatizar con el protagonista. No se nos presenta directamente, y sin embargo nos podemos hacer una idea de lo que puede suponer para alguien cultivado y sensible, a quien un buen día han puesto un fusil en las manos y han enviado a la guerra, regresar a un ambiente en el que sus seres queridos dan más importancia a un vestido de noche, que a las secuelas psíquicas devastadoras que participar en una guerra pueda haber causado en él.

2. Hacernos dudar de si Seymour Glass es realmente un loco peligroso, es decir, situarnos en el punto de vista de una sociedad burguesa interesada en guardar las formas a toda costa y en la que estar deprimido, hablar de la muerte y hasta permanecer en la playa en albornoz te convierten en alguien digno de desconfianza incluso —y sobre todo— para tus seres más cercanos.

      Es decir, nos deja situados en un incómodo y paradójico segmento ético en el que empatizamos con el protagonista y a la vez desconfiamos de él. Se nos revela este como una sombra misteriosa e inquietante que agita los puntales en los que se asienta nuestra normalidad, que nos sitúa en esa frontera difusa entre la supuesta cordura de una sociedad vacía y la locura lúcida de quien ha visto la realidad y la muerte en estado puro.
Después de que esa sombra se cierna sobre nuestras cabezas, el texto nos cambia radicalmente de escenario y de personajes. Aparece una niña de «omóplatos delicados como alas» pronunciando el nombre prohibido del protagonista. En su boca, nos inquieta aún más.

           No nos queda otra que estremecernos y escandalizarnos cuando el joven coge un tobillo de Sybil o le dice que se acerque más para mirar el color del bañador o le comenta que está muy guapa o le da celos contándole que ha estado con otra niña o la coge de la mano para llevarla al mar o le habla de los peces plátano o la lleva un poco más adentro o la tumba en el flotador y la empuja o ella le dice que no la empuje más allá o vuelve a cogerla por los tobillos o la llama «amor mío» o le coge un pie y lo besa... Si os fijáis, todos actos empáticos y amigables y que sin embargo nos parecen los preliminares perversos de un pederasta.

           El autor delata así al lector, manipulándolo y llevándolo a placer por los entresijos de sus propios prejuicios y escrúpulo bobalicón. Esa incomodidad, ese misterio que gravita sobre quien no se atiene a la «normalidad», nos impide disfrutar de lo que, visto a posteriori, resulta una bellísima escena de complicidad y empatía entre un adulto y un niño, una isla de autenticidad, mansedumbre, humor, equilibrio y creatividad en medio del océano de falsedad, rabia, monotonía, desequilibrio y falta de imaginación donde chapotean, aturdidos, todos los adultos que los rodean.

           Pero todo esto solo se nos va a revelar en la última secuencia. A quien pega un tiro Salinger, realmente, es a nuestra estupidez por haber estado desconfiando del protagonista durante toda la narración, por haber estado leyendo el relato en clave de intriga, de misterio, cuando de lo que habla es de la tragedia y de la soledad de quienes, habiendo llegado a un estadio de conocimiento y de contacto con la realidad superior a la media, no se resignan a vivir en una sociedad estúpida, superficial y cobarde que es en realidad la que pervierte a la infancia (a sus propios hijos) y les arrebata día a día toda su frescura, la imaginación, la percepción sensorial, el ingenio, la inteligencia y el placer. Esta narración me parece una buena muestra del misterio que sobrevuela todos los relatos de Salinger, que apunta al lugar donde habitan nuestros peores fantasmas, aquellos que no se pueden ver ni tocar. La inquietud que provoca la sistemática ruptura de nuestros esquemas mentales, la entrevisión de una realidad más lúcida, más cortante, más ajena a nuestras cómodas inclinaciones. Una realidad donde quien en un principio calificaríamos de loco peligroso no es sino la única persona cuerda —junto con los niños— en un mundo de adultos estúpidos.

J.D. Salinger y más allá de "El guardián entre el centeno"


Si alguien se planteara si es posible pasar a la historia de la literatura por casi sólo un libro, tendría una respuesta afirmativa en el caso de J.D. Salinger, escritor de culto norteamericano. Su figura de recluso literario, encerrado en su cabaña de New Hamsphire y alejado del mundo hace más de cuatro décadas, alimenta el misterio que le ha rodeado. Su novela The catcher in the rye (El guardián entre el centeno) ha pasado a la historia como la más fascinante y leída narración de la literatura norteamericana del siglo XX. Se calcula que ha vendido desde que se publicó en 1951 más de sesenta millones de ejemplares y cada año se reeditan e imprimen 250.000. Esta novela da la voz, en una especie de monólogo continuo, a un adolescente, Holden Caulfield, que expresa su angustia e ira frente al mundo de modo feroz. Late como tema central el miedo a crecer, a hacerse adulto y a la responsabilidad. El mundo de los adultos se siente falso e hipócrita contemplado desde esa mirada de pureza todavía incontaminada que es el mundo de Holden, un muchacho que rememora desde el psiquiátrico tres días de su vida y su deambular por Nueva York manifestando su odio, su aversión y su crítica mordaz frente a los personajes que se encuentra aunque en algunos momentos también deja salir su ternura como la que siente hacia su hermana pequeña que lo idolatra, pero a la que también abandona.

Los 59 años pasados desde su publicación no han disminuido el impacto y la sacudida que provoca esta narración en los lectores, más si estos son adolescentes. He tenido ocasión de comprobarlo proponiéndola como libro de lectura en cuarto de la ESO y la mayoría de los alumnos lo consideraron como la mejor novela que habían leído ese curso y algunos sostenían que era la mejor que habían leído o leerían jamás. Muchos se sintieron identificados con ese personaje y disfrutaron de sus fobias y su lenguaje soez. El fluir del habla de Holden atrapa porque es totalmente diferente a la de cualquier héroe literario, y más de los de esas babosas novelas para adolescentes políticamente correctas, moralizadoras y educativas en valores. Porque El guardián entre el centeno no es una novela convencional. Es corrosiva y potencialmente peligrosa. Algunos críticos y profesores en Estados Unidos alertan sobre el efecto disolvente de este relato. Y es que Salinger en algún sentido se ha convertido en una religión y sus lectores en devotos seguidores de un misterio. Recordemos que el asesino de John Lennon llevaba encima esta novela.

Pero ¿quién era su autor? Sólo disponemos de dos fotografías de él porquese encerró y ocultó para protegerse del mundo en su cabaña de Cornishya en 1952, abrumado por el éxito de su novela. No publicó nada más e impidió legalmente que se publicaran biografías sobre su figura e incluso que un autor sueco continuara la historia de su protagonista Holden. Su hija publicó, no obstante, un libro titulado El guardián de los sueños en el que presentaba una imagen terrible de su padre. Egocéntrico, cruel, autoritario, machista, diabólico, extremadamente susceptible, despreciativo de cualquier debilidad humana, seguidor de religiones en busca de la iluminación como la de la Cienciología, la Dianética, laCiencia cristiana o el budismo. Se sometía a ritos de purificación incluso bebiendo orina. Aprovechó su fama y mito creado dejándose querer por muchachas de dieciocho años (cuando él tenía 53) a las cuales destruía psicológicamente y abandonaba. En muchos sentidos podemos decir -y es la imagen que da su hija de él- que fue un hijo de puta en el peor sentido de la palabra, pero los juicios morales no nos ayudan a descifrar el misterio y el hechizo que sigue emanando de su novela que camina por el filo del precipicio y se incluye dentro de la literatura maldita.

Muchos adolescentes y adultos tienen a esta novela como un libro totalmente de culto, y la sombra que rodea al autor, su maldad incluso, actúan como elementos que confieren un brillo diabólico a esta narración especialmente pero también a otros relatos suyos menos conocidos como los que tienen como eje a la familia GlassNueve cuentos y Franny y Zooey . El protagonista del cuento Un día perfecto para el pez plátano,Seymour Glass, perteneciente a los Nueve cuentos, se suicida en un día perfecto y en la playa. Su hija decía, no sin admiración, que no era raro que muchos de sus protagonistas se suicidaran o vivieran tan alejados de la realidad. Y es que los personajes de Salinger tienen mucho de él que fue un eterno y malvado adolescente, incapaz de soportar al mundo del que tuvo que exiliarse y vivir en la más absoluta oscuridad y silencio. No sabemos si escribió algo más. El dijo una vez en la única entrevista que concedió al New York Times por teléfono que había una paz maravillosa en no publicar. Quizás los que entren ahora en su cabaña encuentren algo que él no podrá impedir que se publique. Pero ¿escribiría algo que mereciera la pena después de esta novela iniciática?


Salinger se ha ido pero el personaje que encarnó sigue sumido en el misterio.

Hay una encuesta a la derecha sobre la novela.

martes, 13 de noviembre de 2012

Ernesto Sábato y la "Ira" en "El Túnel"




      Ernesto Sábato ha escrito varios libros de ensayos sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo y sobre el sentido de la actividad literaria -El escritor y sus fantasmas (1963), Apologías y rechazos (1979)-, y tres novelas: El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961), y Abbadón el exterminador (1974).Enesto Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911. Hizo su doctorado en física y cursos de filosofía en la Universidad de La Plata. Trabajó luego en el Laboratorio Curie, en París, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura.

    Dice Sábato: "Puede parecer un acto de horrible esnobismo que tres crisis fundamentales de mi vida se sucedieran en París, pero efectivamente así fue.

La primera se produjo en el invierno de 1935, cuando yo era un muchacho de 24 años. Desee 1930 milité en la Juventud Comunista, cuando la dictadura del general Uriburu. Abandoné estudios, familia y mis comodidades burguesas. Viví con nombre supuesto en La Plata, en cuyos suburbios estaban los dos frigoríficos más grandes del país, donde se explotaba despiadadamente a toda clase de inmigrantes, que vivían amontonados en tugurios de zinc, rodeados de pantanos de aguas podridas. Repartíamos manifiestos, participábamos de la organización de huelgas. Hacia 1933 fue ya secretario de la Juventud Comunista, cuando habían empezado mis dudas sobre el estalinismo, y entonces resolvieron mandarme a las Escuelas Leninistas de Moscú, a purificarme. Si hubiese ido, no habría vuelto jamás vivo. Tenía que pasar previamente por Bruselas, por un congreso contra el fascismo y allí supe con horrendos detalles de los "procesos" de Moscú. Me escapé a París, viví un invierno muy duro en la piecita de un compañero disidente, mientras el partido me buscaba. Logré volver a la Plata, donde proseguí mi carrera en física-metemática. Cuando terminé mi dieron una bourse para trabajar en el laboratorio Curie, donde trabajé durante casi un año y, allí en París, asistí a la ruptura del átomo de uranio, que se disputaban tres laboratorios: ganó la "carrera" un alemán. Pensé que era el comienzo del Apocalipsis. Viví en una confusión horrible, mientras escribía mi primera novela y cometí la infamia de dejar que Matilde se volviera a la Argentina con nuestro primer hijo, de pocos meses, mientras yo tenía una amante rusa. 
La tercera crisis fue consecuencia de todo esto, y de mi vínculo con los surrealistas: Domínguez, Matta, Wifredo Lam y otros. En otro día de invierno fuimos con Domínguez, a la tarde, al Marché aux Puces y volvimos después en el Metro hasta Montparnasse, donde tenía su estudio Domínguez. En la calle, ya era de noche, en un especie de nevisca, Domínguez se detuvo y me dijo:"¿Qué te parece si esta noche nos suicidamos juntos ?" No era una broma, era muy propenso, como lo probó años después. Yo me negué, aunque también me atraía el suicidio: me salvó mi instinto, y aquí estoy, junto a la Matilde de todos los tiempos, una de esas "mujeres fuertes de la Biblia", que está muriendo, en medio del dolor más profundo de mi vida, en el final de una existencia muy compleja." (Ernesto Sábato, 24 de enero de 1995)


" El Tunel" de Ernesto Sábato



Después de estés análisis, puedo decir que en este personaje atípico, la ira se fue dando de forma parcial en un principio, tan solo levantando la voz frente a una discusión, para que al final termine cometiendo una atrocidad tan grande como es el asesinato.
Y es este personaje tan culto, calculador, brillante, etc; el que pasa de ser un pintor solitario, a convertirse en un asesino lleno de furia y de hambre de venganza. Pero este cambio se va dando de forma parcial y leve en el personaje. Lo cual me pareció una de las mejores cosas de esta novela, porque se explica perfecta y sencillamente este traspaso de una mentalidad a otra totalmente diferente.
También me gusto los diferentes mensajes que da Sábato en esta novela tal vez un poco pesimistas, pero en alguno de ellos considero que tiene razón.
Además el hecho de mostrar una psicología tan complicada de una forma tan fácil.
Y me parece que en esta obra Sábato creo una de las mejores novela corta de los últimos tiempos en Latinoamérica.
Y es por eso que debo decir como ultima reflexión que la novela me pareció muy buena, ya que muestra a la mente de las personas desde otra perspectiva que la común, la pesimista, y da a ver como la obsesión, el amor, la soledad y la desesperación transforman a una persona en un asesino.