Desde 1998, con Francisco Ayala, no ganaba el premio un español. Doble motivo para estar contentos los que como yo, amamos la literatura.
Antonio Muñoz Molina no es sólo merecedor de este premio, que lo es, por ser un clásico viviente en la literatura en español. Sino también por ser el puente literario entre la posguerra y la democracia.
Académico de la Lengua (ocupa le “u” minúscula) y exdirector del Instituto Cervantes en Nueva York, Muñoz Molina nació en una familia campesina de Úbeda, Jaén en 1956. Su obra, recorrida por su claridad de estilo y ambiciosas estructuras, funde las influencias de Julio Cortázar o Jorge Luis Borges con Faulkner o Flaubert.
El novelista español, candidato habitual también al Premio Cervantes, se ha impuesto a candidatos como el irlandés John Banville, el japonés Haruki Murakami y el Luis Goytisolo en un premio que reconoce a autores "cuya creación literaria represente una contribución relevante a la literatura universal".
El jurado lo ha premiado por la "hondura y brillantez" con las que Muñoz Molina ha narrado "fragmentos relevantes de la historia de su país, episodios cruciales del mundo contemporáneo y aspectos significativos de su experiencia personal" y que su obra "asume admirablemente la condición del intelectual comprometido con su tiempo".
Es autor de títulos emblemáticos en la literatura como El invierno en Lisboa, El jinete polaco, Ardor guerrero, Plenilunio o La noche de los tiempos, que le han granjeado premios como el Premio Nacional de la Crítica en 1998, el Premio Planeta (1991) o el Premio Quijote de Literatura (2005).
El escritor andaluz, periodista de formación y licenciado en Historia del Arte, ha seguido colaborando a lo largo de los años como articulista de prensa en medios comoABC, El País o Ideal.
¡Felicidades Antonio!
Eva García Romo, Madrid 5 de junio de 2013
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