El villano que protagoniza mi reseña, dedicada a los "malos malotes" de la literatura, no puede se otro que el legendario Heathcliff, el inolvidable galán vengativo de Cumbres Borrascosas, un huérfano de orígenes inciertos, acogido por los Earnshaw.
Cumbres Borrascosas fue la única novela de Emily Brontë, la mediana y más misteriosa de esas tres hermanas escritoras de Yorkshire a las que les costaba horrores armonizar los dos mundos en los que vivían: el interior y el exterior. Sucedía que las tres mujeres, hijas de un severo pastor protestante viudo, y hermanas de un bala perdida llamado Branwell, fueron desde bien pequeñas aficionadas a resguardarse de la húmeda y triste realidad de su entorno a través de los libros y la escritura. Ellas mismas se crearon sus propios seres y mundos imaginarios, y los plasmaron en decenas de cuadernillos en blanco, soportes que más tarde serían sustituídos por cuidadas ediciones bien acogidas por público y crítica. Pero sus vidas personales no fueron tocadas por la fortuna: todas murieron jóvenes y Charlotte, la única que se casó, lo hizo embarazada.
Emily, como se ha dicho, la más solitaria y peculiar de las tres, con Cumbres Borrascosas armó una buena. Los personajes del libro, que viven en unas tierras tan húmedas, oscuras y solitarias como el páramo que las Brontë habitaban, sucumben sin reparos a las violentas pasiones que les agitan, las cuales incluyen amores clandestinos, relaciones incestuosas, venganzas retorcidas, bofetadas y empujones. Y en la época, un libro así era poco menos que un poemario en honor a Belcebú. Sin embargo, los años han hecho que esta intensa novela haya sido reconocida como un magistral atrevimiento de la señorita Emily, y algo mucho más meritorio que las obras más formales y contenidas de sus hermanas.
En esta trama decimonónica encontramos un amor salvaje y prohibido entre el asilvestrado y maltratado Heathcliff y la caprichosa y hermosísima hija de sus padres adoptivos, Catherine, la cual, finalmente, escogerá para casarse a un vecino enclenque. La elección de la joven desata la furia de un ya de por sí enfadado con el mundo Heathcliff, y tras duros y trágicos eventos, el muchacho desaparece unos cuantos años para volver transformado en un adinerado hombre dispuesto a ejecutar su venganza: aunque sea, contra los descendientes de los que le hicieron tanto daño...
Por todo esto he escogido a Heathcliff como mi villano predilecto: porque posee una dualidad impecablemente mostrada. Y ello constituye un gran mérito por parte de Emily Brontë, escritora que en ningún momento juzga a sus criaturas borrascosas y nos enseña cómo cierto contexto provoca que un huerfanito asustadizo y primario acabe transformándose en un enamorado entregado primero, en un millonario hecho a sí mismo y deseoso de vendetta después.
La obra ha sido llevada al cine en varias ocasiones. Ninguna versión de las que he visto me ha gustado especialmente. Se habla de una nueva, con Natalie Portman como Catherine.
Cumbres Borrascosas fue la única novela de Emily Brontë, la mediana y más misteriosa de esas tres hermanas escritoras de Yorkshire a las que les costaba horrores armonizar los dos mundos en los que vivían: el interior y el exterior. Sucedía que las tres mujeres, hijas de un severo pastor protestante viudo, y hermanas de un bala perdida llamado Branwell, fueron desde bien pequeñas aficionadas a resguardarse de la húmeda y triste realidad de su entorno a través de los libros y la escritura. Ellas mismas se crearon sus propios seres y mundos imaginarios, y los plasmaron en decenas de cuadernillos en blanco, soportes que más tarde serían sustituídos por cuidadas ediciones bien acogidas por público y crítica. Pero sus vidas personales no fueron tocadas por la fortuna: todas murieron jóvenes y Charlotte, la única que se casó, lo hizo embarazada.
Emily, como se ha dicho, la más solitaria y peculiar de las tres, con Cumbres Borrascosas armó una buena. Los personajes del libro, que viven en unas tierras tan húmedas, oscuras y solitarias como el páramo que las Brontë habitaban, sucumben sin reparos a las violentas pasiones que les agitan, las cuales incluyen amores clandestinos, relaciones incestuosas, venganzas retorcidas, bofetadas y empujones. Y en la época, un libro así era poco menos que un poemario en honor a Belcebú. Sin embargo, los años han hecho que esta intensa novela haya sido reconocida como un magistral atrevimiento de la señorita Emily, y algo mucho más meritorio que las obras más formales y contenidas de sus hermanas.
En esta trama decimonónica encontramos un amor salvaje y prohibido entre el asilvestrado y maltratado Heathcliff y la caprichosa y hermosísima hija de sus padres adoptivos, Catherine, la cual, finalmente, escogerá para casarse a un vecino enclenque. La elección de la joven desata la furia de un ya de por sí enfadado con el mundo Heathcliff, y tras duros y trágicos eventos, el muchacho desaparece unos cuantos años para volver transformado en un adinerado hombre dispuesto a ejecutar su venganza: aunque sea, contra los descendientes de los que le hicieron tanto daño...
Por todo esto he escogido a Heathcliff como mi villano predilecto: porque posee una dualidad impecablemente mostrada. Y ello constituye un gran mérito por parte de Emily Brontë, escritora que en ningún momento juzga a sus criaturas borrascosas y nos enseña cómo cierto contexto provoca que un huerfanito asustadizo y primario acabe transformándose en un enamorado entregado primero, en un millonario hecho a sí mismo y deseoso de vendetta después.
La obra ha sido llevada al cine en varias ocasiones. Ninguna versión de las que he visto me ha gustado especialmente. Se habla de una nueva, con Natalie Portman como Catherine.
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