domingo, 16 de febrero de 2014
Los sillones voladores
Los sillones voladores
Llevaban meses junto al invernadero. Sus desinteresados dueños habían cambiado la decoración de tan ilustres salones y decidido abandonarles en el primer rincón que encontraron. Los de recogida de trastos nunca vinieron a por ellos.
Afortunadamente se les olvidó llamar y permanecieron durante semanas junto a los tomates, dejándose acariciar por ramas y sarmientos. Pronto formaron parte del entorno, siendo uno más.
Pero una noche se levantó viento, todo parecía elevarse a su alrededor. Los frutales danzaban y raíces empezaron a brotar de su cómodos cojines. Las patas de madera que los sujetaban, cayeron cuando sus faldones floreados se separaron del suelo; arrancando la mala hierba, que les había aferrado a la tierra durante años. Al fin eran libres. Ya nada les retenía. Los sillones forrados en ricas tapicerías, volaban por encima de los que habían sido sus hogares tanto tiempo; hasta que sus amos, hartos de colocar las posaderas en ellos, habían decidido abandonarles en el jardín.
Ahora los muelles, todavía servibles, les daban impulso para desde el cielo contemplar sonrientes otros hogares, que no les hicieron sentir nostalgia.
Si miramos al firmamento, seguro que todavía podemos verles paseando sus escollos entre las nubes, a la vez que sortean montañas.
Yo todavía contemplo salones vacíos, que les esperan sin éxito.
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