domingo, 16 de febrero de 2014
Los sillones voladores
Los sillones voladores
Llevaban meses junto al invernadero. Sus desinteresados dueños habían cambiado la decoración de tan ilustres salones y decidido abandonarles en el primer rincón que encontraron. Los de recogida de trastos nunca vinieron a por ellos.
Afortunadamente se les olvidó llamar y permanecieron durante semanas junto a los tomates, dejándose acariciar por ramas y sarmientos. Pronto formaron parte del entorno, siendo uno más.
Pero una noche se levantó viento, todo parecía elevarse a su alrededor. Los frutales danzaban y raíces empezaron a brotar de su cómodos cojines. Las patas de madera que los sujetaban, cayeron cuando sus faldones floreados se separaron del suelo; arrancando la mala hierba, que les había aferrado a la tierra durante años. Al fin eran libres. Ya nada les retenía. Los sillones forrados en ricas tapicerías, volaban por encima de los que habían sido sus hogares tanto tiempo; hasta que sus amos, hartos de colocar las posaderas en ellos, habían decidido abandonarles en el jardín.
Ahora los muelles, todavía servibles, les daban impulso para desde el cielo contemplar sonrientes otros hogares, que no les hicieron sentir nostalgia.
Si miramos al firmamento, seguro que todavía podemos verles paseando sus escollos entre las nubes, a la vez que sortean montañas.
Yo todavía contemplo salones vacíos, que les esperan sin éxito.
Simba, siempre
Simba, siempre
Hace dos semanas que te fuiste y no he tenido tiempo de despedirme de ti. Bien pensado, tu tampoco lo hiciste.
No sí seré capaz de escribirte, con lo poco me cuesta normalmente hacerlo.
Son tantos sentimientos y emociones los que afloran en mi, cuando pienso que ya no te volveré a ver más, que hasta hoy no he podido ver las últimas fotos que te hice. ¡Que guapa estas!
Seguramente, los que pueden leer esta carta (tu no puedes) la encontraran ridícula, pero es porque no te conocían "en persona".
Gracias Simba, por todo lo que me has dado. Por esas veces, en las que me sentí sola y me acompañaste. Por las que llore, y me consolaste. Por las que reí a carcajadas, y tu conmigo. Pero sobre todo, por hacer de mi una mejor persona.
Gracias por ser mucho más que lo que eras, un perro. Por ser un ser "humano".
Siempre te llevare en mi corazón.
Ps.: No me regañes, por llorar.
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